Si tuviera agallas, arrancaría el trapo que cubre mis adentros lentamente, con la punta de una pluma, para que el mundo -o quién demonios quiera- pudiera ver un suspiro de la conmoción exasperada que dejaste posada en mis entrañas.
El corazón, ebrio de cloroformo y bisturí en mano, ha mutilado el cordón umbilical que unía el sentido y el común.
Se anteponen ansias sedientas, raciocinios desorientados y cogniciones propias de un poeta del siglo XV con sobredosis de desamor y cerveza aguada.
No se puede mentir por escrito; los embustes se clavan sin cesar entre las vértebras, penetran en la médula y ascienden hacia lo más irracional del cerebro, infectando desde dentro. Por eso no voy a decir que estoy enamorada. Solamente te echo de menos cuando no estás, y más cuando estás de cuerpo presente y mente distante.
Asumí el reto nada más ver tus ojos, pero no hay nada más desgarrador que el pasivismo ante un alma que se desnuda cada vez que la infectas con la luz azul de los faros que viven enterrados en tus órbitas.
Las palabras que tú crees que se camuflan entre el ramaje espeso de los árboles entran en el fondo de mi ser y se tatúan en el celofán que envuelve mi desquiciado marcapasos.
Podría meter la mano en el tórax, encontrar el palpitante ser y clavarle las uñas hasta lo más hondo del pericardio, tirar de él y entregártelo como macabra prueba de amor.
Podría.
¿Querría?
Podría cogerte la cara con esas mismas manos y dejarla tan cerca de la mía que no tengas más opción que dejarte llevar si lo sientes o escupirme un adiós si todo esto no ha sido más que otra heroica e indiscriminada hazaña en tu extensa colección de trofeos de caza.
Podría.
Elocuciones viscerales en un lugar alternativo a las cuadrículas y el amor de série B.
viernes, 20 de julio de 2012
jueves, 5 de julio de 2012
Fotogramas
Un instante. La música, todo tiene un sentido, cada tiempo, cada segundo, cada silencio es valioso, preciado, mágico, eterno. Una sala de cine medio vacía en una sesión golfa. Un faro que te indica el camino que puedes seguir, elegir tú mismo el camino que quieres. Tantas noches y tantos días. La suerte se esconde entre los pétalos de esa flor perdida en el bosque. El vacío. Su mirada vacía. Persecuciones por las calles estrechas y sucias de una ciudad abandonada. Un abrazo demasiado fugaz. La aguja de la brújula, sin norte, dando tumbos enloquecida. Secuencias de sueños pasan rápidamente por su mente. Los segundos se aceleran. El mundo gira y gira. El caos.
Un beso
y todo parece detenerse.
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