domingo, 30 de septiembre de 2012

A un amigo que cumple 365 más

Ese rincón que le hago a un alma efervescente, soñadora, pirata, inmensamente viva. 
Para Pere el día de su cumpleaños, y que nadie nunca se atreva a callar tu poesía y tu música. 


" I per molt que ens diguem que tot va bé, en el fons sabem que això ja serà breu. I potser no va ser mai dolç i potser ara serem més bons però sempre odiarem les cançons que acabin de sobte i de cop."

Moltes felicitats jefe!

sábado, 29 de septiembre de 2012

Nada


Fueron tantas noches de palabras vacías, tantos suspiros sobrantes y tantas miradas frías. Nada. Lo entiendo todo, y a la vez nada. Qué palabra. Nada. Lo significa todo. La paradoja de nuestras vidas.
Me alejé, sintiéndome como un poeta mediocre eclipsado por otros genios de la palabra. Iba dando vueltas por la ciudad, huyendo vagamente de los cretinos bien vestidos y de los músicos extraviados en un vaso de ginebra. La noche abrazaba Barcelona con su capa oscura y centelleante. Las calles parecían caminos de no retorno que llevaban a ninguna parte. Muros y muros que desprendían un odioso calor, que a la vez se colaba dentro de mí por los poros de mi grietada piel. De lejos, o quizá de fondo, oía las eternas discusiones que se propagaban por el aire como si de llamas vivas se tratasen. Quemaban dentro de mi cabeza, pero el subconsciente no quería desprenderse de ellas. Era como el humo de los miles de cigarros que creía haber consumido esa tarde. Pero la ventaja del humo es que en un lugar cerrado se acumula, pero se vuelve disperso, y te acabas acostumbrando. Pero al final el humo te consume hasta el punto de acabar con tu vida. Yo no sé si deseaba eso. No me importaba. Concretamente, no me importaba nada. Vagaba por las calles, y a la vez vagaba por mares de ideas fugaces y despreciadas. Me había transformado en un planetario artificial, dónde hasta los más lejanos horizontes se enlazaban entre si. Un cúmulo de polvo y viento que formaba torbellinos que lo revolvían todo en mi interior. Pero hacía tiempo que todo me importaba nada. Los quioscos de las Ramblas estaban cerrando y no había ni un caminante que atrajera mi atención. Todo era gris y ya nada era nada. Los taburetes de los bares chirriaban y las sombras se desprendían de sus cuerpos tal y como los fantasmas de los recuerdos se amontonaban en mi espalda. Nada volvería a ser como antes. Pero poco a poco fui aprendiendo que quien se preocupa por su pasado no hace nada más que perder el tiempo. Hacía tiempo que me no importaba perder el tiempo, porque el tiempo es simplemente contar los días, uno detrás de otro. Contaba despacio y ordenadamente, esperando el momento para poder escapar y liberarme. 

Y pensar que todo esto empezó con mi pregunta:

-      ¿Qué te pasa?
-      Nada.